Eres
colosal escultura de piedra y agua, salvaje, refugio de la cabra montesa, el
jabalí y el águila perdicera. Tus brazos se extienden hacia los adentros, hacia
la tierra prometida y fértil. Aguas adormecidas del amanecer que despertáis con
el canto del perdigacho vigilante desde las crestas. Remansos que son trazados
por somormujos y ánades azulones.
La
hermosura en cada rincón desvela sensaciones diferentes: en la presa, mostrándote
fuerte, enérgico. Ese paredón, obra maestra de la ingeniería, te hace altivo y
arrogante provocando tu furia en forma de chorros de agua para que el río
Guadalope continúe su andadura hacia lugares cercanos y lejanos. El muro es
punto de encuentro de multitud de personas y cuadrillas parando casi todos para
observarte y poder sentir la altura y caída desde el lado del sobradero o girar
la vista siguiendo el oleaje. Entonces, intuimos las maravillas que atesoras en
un recorrido de agua acariciada por diferentes luces, estaciones, vientos y sonidos del silencio que te hacen
más estimulante.
Esta primera parada hace años era un lugar de
baño, juego y confidencias. ¿Quién no se
ha capuzado alguna vez aquí en verano? Desde el muro de la presa, la panorámica
está garantizada, pero, ¿qué habrá más arriba?
Es
momento de ascender hasta el primer mirador del embalse donde las paredes de
roca caliza van formando desfiladeros espectaculares. Aquí, el pantano se encajona
y sus aguas se amansan rodeadas de pinos, aliagas y tomillos. Las orillas son
de fina arena blanca, de ahí su nombre cariñoso y reconocido por todos
nosotros: pasado el primer túnel, se encuentra la playa del pantano. Ahora eres
más agreste y salvaje perfilado por los roquedos y monotes que sujetan al
buitre y paloma bravía. La cabra montesa se refugia en los altos y de cuando en
cuando baja a las orillas para beber entre multitud de entrantes y salientes
que descubren cuevas naturales mezcladas de vegetación y eco.
Continuamos
nuestro paseo y atravesamos un segundo túnel excavado en la roca madre
hallándonos en otro mirador en el cual podemos apreciar la grandeza del
pantano. Desde este punto, antes de llegar a las Planas, podemos contemplar al
frente la otra cola del pantano divisando a lo lejos el estrecho de Santolea y
la otra puerta de acceso por la carretera antigua que discurre hacia Ladruñán y
Las Cuevas. Barrancos como Marinombre, Hondo con sus abrigos o Torreta, desgarran
sus extremidades hasta el pantano atravesados por el té de roca y el caracol
blanco renacido en las tormentas de agosto.
Otro
enclave para no olvidar, El Perogil, acogiendo al río Regatillo que discurre
hasta el pantano entre saucedas, chopos y campos de cultivo influenciado por los
barrancos de Cantalobos y Torremocha. El
Perogil es lugar diferente a los vistos con anterioridad siendo remanso, paz y relajo. Paraje de fácil
acceso para practicar el deporte de la pesca, la canoa o merendar con la
familia y esperar los atardeceres cautivadores inundados de silencio y sólo
interrumpido por el chapoteo de los saltos de percas y carpas.
Desde
abajo, si alzamos la vista, se divisa el
perfecto puente que salva el desnivel facilitando el acceso hacia Las Planas y
Bordón y si continuamos un poco más, nos encontramos ya en el lugar más ancho
del pantano, apareciendo dos mágicas islas clavadas entre aguas turquesas. Es
un mestizaje de agua y viñedo, de olivo y pinar joven, esperanzado después de
haber sufrido un devastador incendio hace años.
Multitud
de caminos serpenteantes tatúan las proximidades a la orilla habiendo alcanzado la zona más estrecha del pantano, sellado
con una nueva presa en el lugar que se encontraba el personal puente de
Santolea, otro lugar fascinante, de pesca y paseo. Esta cola es fundamental
para abastecerlo: los barrancos de Dos Torres, Cirigulleras, del Estrecho y otros más dan el
vigor al río Guadalope que hace entrada por aquí. Nuevamente se erigen los
paredones de roca y las montañas se presentan en diferentes planos ofreciendo
vistas de lo más bellas al amanecer.
Además, podemos abandonarnos por los
alrededores como por el pueblo vivo de Santolea al cual se debe el nombre del
pantano, La Algecira, Crespol, El Higueral, El Latonar, Dos Torres, Los
Alagones, Las Planas, Bordón, Luco, Las Cuevas, Ladruñán, por el puente natural
de Fonseca, Monumento Natural, guarida
de la nutria y el cangrejo. Zona de misteriosas cuevas de arte rupestre
levantino y refugio durante la guerra civil. Nuestro pantano y su arquitectura
natural dan vida y prosperidad y hacen que no perdamos la memoria de lo que llegó
a ser, pasó y será.
(Colaboración programa de fiestas de Castellote 2017)